Hoy, mi amig@, quiero hablarte de mi soledad, compañera elegida y querida, aunque no siempre bien asumida; soledad que no es desierto, ni huida del mundo, sino que esta habitada por tantos rostros y nombres que, a ratos en sus caminos, comparten su soledad con la mía, y del misterio de ambas soledades, surge un encuentro profundo; soledad habitada al fin por ti, el compañero absoluto de mis días y mis noches, quien da sentido a mi soledad.
Amig@, ensséñame a vivir en toda su profundidad, también en toda su dureza, esta soledad; sin esconderme, sin salir corriendo. De ella podrá salir una palabra certera de ánimo y consuelo, una palabra tuya para un alma solitraria